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martes, 26 de febrero de 2013

EL BECERRO DE ORO


                                Danza alrededor del Becerro de Oro (Emil Nolde)



                 Con razón  le otorgaron los Premios Nadal y Nacional de Literatura a D. Alfredo Conde Cid:  además de sus libros, es un escritor diariamente comprometido con la cultura, con la verdad y con la sociedad… Sus  artículos diarios  son generalmente  -algunos más que otros, como es natural- un compendio tal de erudición, belleza, clarividencia, originalidad, bonhomía…, de Arte en general, que no dejan de asombrar. Yo, desde luego, los devoro todos los días, casi puedo decir que es lo primero que hago por las mañana;  a veces –suelo madrugar mucho- busco su artículo antes de que ser publicada la primera edición digital de “elcorreogallego.es”. Su lectura apasiona, además de ser una notable fuente de inspiración.

                 Hoy, 11.XI.2010, publica un artículo certero que abunda en una preocupación, que comparto con matices, sobre la falta de intelectuales auténticos en la sociedad actual. Recuerda que  Julien Benda en 1946 escribió en el prefacio de la 2ª edición de su libro “La trahisión des clecrs” lo siguiente: “Los hombres cuya función es defender valores eternos y desinteresados como la justicia y la razón, y a los que denomino intelectuales, han traicionado esa función en pro de intereses prácticos”. Se pregunta D. Alfredo si  la falta de esa voz auténtica es culpa de los intelectuales o de la sociedad.

                Yo le diría a D. Alfredo que puede estar tranquilo, si no fuera porque esta actual falta de valores "eternos y desinteresados" nos puede llevar a una situación medioambiental irreversible en la que no se pueda dar “marcha atrás”-esperemos que no-, porque en la milenaria  historia espiritual de la humanidad  está todo inventado. Quizás “El Bíblico Becerro de Oro” que se adoró en el siglo pasado haya sido fruto de las posguerras, 1ª y 2ª mundial y española en nuestro caso, pero tengan por seguro que de no ser por el factor medioambiental, antes mencionado y que es “diabólicamente” nuevo en nuestra historia, al igual que en el pasaje bíblico la Humanidad corregiría su rumbo y saldría victoriosa.

               Las nuevas generaciones empiezan, tímidamente quizás, a abandonar ese falso y dorado dios. Desde luego que ahora hay intelectuales comprometidos; jóvenes que defienden, como decía Julien Benda, valores "eternos y desinteresados" y que por supuesto son “incómodos” por descubrir el Becerro que otros personajes poderosos tratan en beneficio propio y con todas sus fuerzas  disimular a base de inyecciones mediáticas abrumadoras; pero, por gracia o por desgracia – no sé- estamos sumidos en una grave crisis y ya no es tan fácil disimular el Becerro; además la juventud actual, ¡la del botellón!, por puro hastío, ya no es tan permeable a los medios, digamos que “van a su bola”, y están atentos a las facilidades de comunicación que les dan las nuevas tecnología para empaparse de aquellos valores  que les gustan y necesitan; ya no quieren tener, si no ser –no es la primera vez que lo digo- y sienten los valores eternos y desinteresados como propios. Por ejemplo, creo que a no mucho tardar, cuando estos jóvenes tomen el mando, el aborto -entre otras cosas- va a dejar de estar de moda; ahora prácticamente la sociedad empuja a él en pos de unos valores que a los jóvenes les son ajenos.

               Claro, son otros tiempos. Desde la referida frase escrita por Julien Benda han pasado cerca de 70 años, los últimas siete desquiciadas décadas en las que la evolución espiritual, material y técnica de la Humanidad ha estado totalmente desbocada. Durante miles de años “los carros de bueyes” fueron siempre  los mismos; ¿es posible que en estos años, ante tanto vertiginoso cambio y sin saber estar a la altura, el Hombre se haya vuelto loco, que haya perdido el juicio? Aunque en estos referidos setenta años ha habido intelectuales de calado, medio confundidos con el Becerro, que se mantuvieron fieles a sus idearios; un ejemplo es el cantautor de incidencia masiva Bob Dylan ¿Cuánto no "gritó" incansablemente advertencias este hombre? Como resultado, y a lo que algunas veces se acomodó, obtuvo sencillos y simples tarareos de sus preciosas canciones: el Becerro lo controlaba todo; otros artistas intelectuales también de incidencia masiva, dada su extrema sensibilidad personal, se quedaron en el camino, como el malogrado Elvis Presley. Hubo también muchos escritores comprometidos pero por todos los medios, no sé por quién o quiénes, se procuró reducir el hábito de la lectura  a través de medios masivos de entretenimientos. El uso comprometido de Arte con métodos modernos como el Cine fue eliminado de raíz también por el todopoderoso Becerro, etc., etc., etc.

               Qué duda cabe que la literatura y demás Artes cumplen su papel ante un pequeño porcentaje de sociedad. Pero ahora la literatura y otras artes plásticas modernas llegan a muchísimos jóvenes a través de los ordenadores, también los mensajes de los jóvenes auténticos y desinteresados cantautores y artistas. Se da la paradójica circunstancia de que el propio Becerro da a la juventud los medios que ella necesita para  sacrificarlo definitivamente por esta vez, que no será la última en la Historia, si el medioambiente lo permite.

              Nosotros, ya viejos carcamales, debemos preparar un suave camino a los jóvenes, así como preparar  nuestra definitiva “marcha”, recomponiendo el daño  que nuestro Becerro de Oro infligió a la Naturaleza. Tenemos que saber dejar paso dignamente, dejando plagada de flores y abejas la Tierra. En este sentido tiene que ir nuestro esfuerzo; tengamos fe en los jóvenes que ellos tomarán su propio camino de manera más consciente,  “eterna y desinteresada” que nosotros. Debemos también, los ya maduros, procurar que los estertores que dé el Becerro, certeramente apuntillado por la juventud, causen el menor daño posible. Como ejemplo de estos estertores les remito al múltiple asesinato producido por un matrimonio la pasada semana en Lalín –cosa que nunca harán los jóvenes actuales-, cuando lo humano y valiente hubiese sido confesar la ruina material a su hija y demás familia, ya fallecidas, y, llegado el extremo caso, ser un reo con actitud digna. (Mejor no entro en más pormenores)

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